Desde mediados de marzo -cuando se cerraron las fronteras y se comenzó a hacer más tangible la posibilidad de contagio- nos detuvimos como equipo, para poder pensar y diseñar un proceso de transformación de nuestras vidas y del trabajo que habíamos hecho por 25 años. 

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Muchas veces fuimos sorprendidos por el contexto, pero esta vez era muy distinto, porque el distanciamiento físico y la imposibilidad de juntar a mucha gente en un mismo lugar, quebró nuestros esquemas de talleres, reuniones o encuentros. 

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Ante esta situación, decidimos apoyar en todo lo que estuviera dentro de nuestras posibilidades, para poder prevenir la enfermedad del Covid-19. 

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Las medidas preventivas están siendo algo poco entendido por algunas personas o comunidades, porque ha costado que se crea que la enfermedad es real y eso repercute en menos atención a la prevención y el cuidado. 

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Sin embargo, de todas las medidas preventivas, con las comunidades hemos insistido en las más esenciales, simplemente porque la vida en las montañas es muy distinta a la ciudad; incluso, las noticias que bombardean las cabezas urbanas muchas veces no llegan a estos rincones. 

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En definitiva, es así como hemos ido repensando muestro trabajo. Todo lo que hemos hecho, ha sido desde el amor y la esperanza que nos podemos cuidar en colectivo y que podemos ayudarnos a estar más protegidos o más preparados ante esta pandemia.